
Muchas veces he visto gente tolerar largas esperas sin un diario a mano, sin un MP3, sin una PSP, sin un tejido, sin un proyecto de novela a medio escribir, sin nada que los ayude a pasar el tiempo. Simplemente ahí. Pensando. Y la verdad que ese estoicismo me genera hasta una cierta admiración. Al verse en la obligación de permanecer largo rato en un lugar, quietos y callados, ¿qué clase de ideas, de desarrollos argumentativos, de edificios de abstracción se les ocurrirán, por ejemplo, en el 68 de Once a Puente Saavedra? Y se me ocurrió que, entonces, yo debo pensar mucho menos que los demás. Yo, que lleno incluso los tiempos muertos inferiores a 10 minutos con alguna cosa, no debo pensar casi nada.